Vieja amiga

En la oscuridad de la madrugada, cuando el mundo descansa y el ruido cotidiano se desvanece, el corazón habla con un lenguaje que sólo tú entiendes. Desde los doce años, ese latido ha contado historias de dolor, pequeñas punzadas que al principio eran apenas un susurro. Hoy, sin embargo, cada latido es una fractura, una grieta en el núcleo de tu ser, como si el tiempo y la vida misma insistieran en desmoronar lo que aún queda de ti.


Tu única amiga, siempre fiel en su presencia, va y viene como las estaciones. Ella te observa en los momentos más oscuros, en los instantes en que tus lágrimas alimentan su insaciable hambre. Es la sombra que ha compartido más contigo que cualquier otro, la que conoce cada rincón de tu tristeza, y la que guarda tus secretos. Esa vieja amiga, la depresión, nunca se aleja del todo; siempre regresa.


Intentaste hablar de ella, compartir su existencia con tu familia, pero las luces de sus teléfonos parecían más brillantes que tu dolor. Tu voz se perdió entre sus risas, y las palabras se transformaron en burlas y juicios. "Miedos infantiles," dijeron. "Voces absurdas." En ese momento, su mano fría silenció tus palabras, y la depresión se quedó como tu única confidente. Desde entonces, te has aferrado a ella en una relación que quema y abraza por igual.


Años pasaron, y aunque encontraste breves destellos de luz en personas que te ofrecieron un escape del ruido, siempre regresaba. Incluso cuando parecía que el mundo ofrecía calma, risas, y una verdadera conexión, ella esperaba. Era paciente, observaba desde lejos, sabiendo que el dolor encontraría su camino de regreso.


El ruido de la vida, las conversaciones que giran en círculos, las quejas y los malentendidos, te hicieron cuestionar todo. ¿Qué sentido tiene hablar cuando tu voz parece un eco distante? ¿Qué sentido tiene abrirte cuando el resultado es otro correctivo, otra queja, otro desinterés? Cuando quisiste compartir lo profundo de tu herida, te encontraron con juicios y reproches, y la vieja amiga susurró en tu oído: "Nadie te rescatará. Nadie te escuchará. Sólo me tienes a mí."


Y así, entre lágrimas y reflexiones, tu mente viaja por los recuerdos de amistades fugaces y momentos robados. A veces, esas amistades eran todo lo que tenías, pero ¿eran realmente tuyas? No eran tus amigos; eran sólo rostros pasajeros conectados a través de alguien más. Y cuando desaparecieron, te dolio, ella tenia a sus otras amigas, sus salidas, su familia, y tu solo la tenias a ella y el vacío quedó más grande, más imponente. La vieja amiga se alimentó de eso, susurrándote verdades crueles: "No eres suficiente. No traes nada bueno a sus vidas. Eres el mal augurio que todo lo contamina."


El dolor de verlas avanzar, de verlas construir relaciones mientras tú quedas atrás, se siente como un peso que se adhiere a tu pecho. Amar, en su esencia, también significa dejar ir. Y tal vez, lo más doloroso es entender que las estrellas brillan mejor cuando están lejos de las sombras. Tu tristeza, esa suciedad que crees portar, es lo que te lleva a alejarlas, no porque no las ames, sino porque las amas demasiado como para atraparlas en tu oscuridad.


Ahora, el eco de su distancia se mezcla con el susurro constante de la depresión. Ella te dice que no mereces nada bueno, que el brillo está reservado para otros. Y mientras los días pasan, mientras la respiración se vuelve pesada y cada pensamiento trae miedo, encuentras que tu vieja amiga está más fuerte que nunca. La pregunta sigue viva en tu mente: ¿Es posible escapar de su abrazo, romper el ciclo, y finalmente encontrar la luz o la única escapatoria es aquella que has pensado desde los doce?

Voila - Barbara Pravi

Entre fragmentos

Frente al espejo, en la calma de mi habitación, veo a alguien que reconozco, una versión de mí misma que no siempre aparece. Observo los contornos de mi rostro, la curva de mi nariz, y pienso en mi bisabuela. Es su legado, un fragmento de historia que llevo conmigo, algo que por momentos parece llenar mi pecho de orgullo. Mi cabello ahora cobrizo enmarca mi cara, y en ese instante fugaz, pienso que soy bonita. Tal vez no perfecta, pero suficiente.

Sin embargo, cuando salgo a la ciudad, algo cambia. Las ventanas de los autos, las vitrinas de las tiendas y los reflejos de los edificios me devuelven una versión de mí que no puedo aceptar. Allí está esa figura que juzgo con dureza: la forma de mis brazos, el abultamiento de mi estómago, la redondez de mis muslos. En esos momentos siento que mi cuerpo se convierte en una barrera, una distorsión que no se parece a lo que quiero ser, a lo que espero que otros vean.

Recuerdo las fotos con mis amigas, la forma en que parecen pertenecer a un mundo donde todo es bello, ligero, compartible. Mientras que yo tengo que editar, retocar, moldear digitalmente la imagen que muestro. ¿Cuántas capas de filtros se necesitan para convertirme en algo aceptable? Tal vez es por eso que solo unas pocas personas pueden reconocer realmente mi rostro, mi verdadero yo. Y aun así, a veces deseo que ni siquiera ellas me vean.

"¿Qué piensas de los filtros?" me preguntaron una vez. No supe qué decir. ¿Que me hacen sentir segura? ¿Que me permiten existir en un espacio donde puedo ser algo cercano a lo que quiero ser? Pero no son reales, y en el fondo lo sé. Esa versión filtrada de mí misma es una creación, un espejismo. Y al escuchar sus palabras —"la de esa foto no es mi amiga, yo la conozco"—, sentí cómo se desmoronaba ese frágil equilibrio entre lo que muestro y lo que soy.

"Cuando te arreglas eres bonita", me dijeron, como si la belleza fuera un atuendo que puedo ponerme o quitarme. Pero, ¿qué pasa cuando no siento lo mismo? ¿Qué pasa cuando la imagen que veo en el espejo no coincide con la que llevo en mi mente, en mi corazón?

Pienso en mi rostro, en las facciones que llevo día a día, y a veces siento que no me pertenecen. Mi rostro es la creación de dos personas que nunca llegaron a amarse, un legado de una historia que no fue de amor. ¿Cómo se supone que debo encontrar belleza en algo que nació de la desconexión? Me miro al espejo y me pregunto si esa fragmentación está grabada en mí, en mis ojos, en la curva de mi boca.

Y hay días en los que no soporto el peso de esa desconexión. Días en los que desearía desaparecer como la espuma en el mar, dejando tras de mí solo el eco de lo que fui. Imagino explotar, como una estrella que alcanza su etapa final, ardiendo desde adentro, consumiendo todo lo que soy. Y quizás, solo después de ese colapso, pueda surgir algo nuevo, una versión de mí que contenga la belleza que en los días buenos alcanzo a ver, aunque sea fugaz, en el reflejo.

Ahora, miro ese reflejo y veo que mi desagrado por lo que soy se ha vuelto real, tangible, una llama que arde con la fuerza de una verdad ineludible. Así que destruiré mi ser hasta moldear cada parte, como el fuego forja al metal, como las olas erosionan la roca hasta revelar nuevas formas. Porque en ese acto de destrucción, tal vez, encuentre la semilla de lo que puedo llegar a ser, de la belleza que solo a veces vislumbro, y que quizás aún me pertenece.

Pienso en mi nombre, en la persona que lo lleva. ¿A quién pertenece este nombre? ¿A la chica del espejo que a veces se siente suficiente, o a la sombra que evita su propio reflejo en las ventanas de la ciudad? Quizá la respuesta no sea simple, pero sé que esta lucha, este camino hacia la reconciliación conmigo misma, es una historia que aún estoy escribiendo. Y aunque a veces duele, quiero creer que al final encontraré algo verdadero, algo que sea mío.

Amor en extinción


El amor, para mí, es el arte de desnudarse el alma, de entregarse sin reservas, de vivir cada latido como un voto sagrado. No sé amar a medias, porque mi corazón no entiende de mitades. Cuando amo, me entrego por completo, con cada fibra de mi ser, y en esa entrega busco reciprocidad, esa chispa mínima pero poderosa que ilumina la conexión entre dos almas. Es un todo o nada; no hay punto medio en este viaje llamado amor.

La lealtad es su columna vertebral, el interés genuino su corriente vital, y la comunicación su aliento. En este lenguaje universal del corazón, me encuentro profundamente conectada con los "cinco lenguajes del amor": palabras de afirmación que acarician el alma, actos de servicio que son gestos de devoción, el contacto físico que elimina las distancias, los regalos que son mensajes envueltos de significado y, sobre todo, el tiempo de calidad. Ah, el tiempo... Cada segundo compartido es un poema sin palabras, una danza sagrada entre dos corazones que se escogen mutuamente.

A veces me han preguntado por qué doy las gracias, y mi respuesta siempre es la misma: porque alguien ha elegido detener su mundo y compartir un instante conmigo. Esas pausas en la prisa del día, esos momentos donde somos solo dos seres latiendo al unísono, son joyas preciosas que guardo en lo más profundo de mi ser.

En mi naturaleza observadora he descubierto que las pequeñas cosas revelan verdades profundas. Al mirar las relaciones a mi alrededor, entiendo qué quiero y qué no deseo en la mía. Aunque vivo en un mundo que parece haber olvidado el romanticismo, yo sigo soñando con lo extraordinario dentro de lo cotidiano.

Quiero ese amor que me elija todos los días, incluso en los días grises, incluso cuando el cielo parece derrumbarse. Quiero abrazar lo bueno y lo malo, porque amar a alguien es aceptar la totalidad de su ser, con todos sus matices.

Sé que el amor puede doler, pero también sé que tiene el poder de renacer. Del dolor surge la fuerza, de la ausencia brota el deseo, y del amor perdido, una nueva oportunidad para sentir. Porque no hay nada más sublime que la calidez del cariño, esa chispa divina que nos hace humanos. Sí, puedo vivir y renacer en el amor, porque para mí, amar es escoger, es querer, es construir un hogar en el alma del otro. Y aunque el camino esté sembrado de desafíos, siempre valdrá la pena caminarlo, porque al final, el amor lo es todo.


Recomendación:

Nour- premier amour

Adiós lobo.



 Tú ya sabías que no nos íbamos a volver a ver y no lo digo cómo reproche, simplemente mi mente está asimilando algo que probablemente ya sabía pero me negaba a aceptar y es el hecho de que ya no nos íbamos a volver a ver.

Quizá lo supe desde el principio pero soy demasiado romántica y tenía una ilusión ingenua de que algo fuera real entre nosotros o quizá lo supe hasta el final, ese último día me dijiste  “ necesito tiempo para concentrarme en lo importante, tengo cosas que resolver”  y con una sonrisa incomoda te dije que todo estaba bien, pero tú ya sabías que no nos íbamos a volver a ver; quisiste ser extrañamente amable y me acompañaste a casa de mi amiga y con un beso en la mejilla nos despedimos, el primero y el último; te pedí que me avisaras cuando a casa llegarás, no quise voltear a tras porque no nos íbamos a volver a ver, aunque en mi mente yo te escribía cartas desde el camino de vuelta a casa. 

Ahora paseo por la ciudad juntando cada detalle que me recuerda a ti para llevarlo a casa y dártelos cuando te viera otra vez, pero tú ya sabías que no nos íbamos a volver a ver, no habría una segunda vez que todo lo que pudimos hacer bien o mal, lo hicimos esa primera y única vez.

Tú ya sabías que no nos íbamos a volver a ver y quizá yo también lo sabía, quizá lo supe desde el primer momento en que te dije hola, o desde el primer dibujo que te di o desde la primera llamada en la madrugada o en el momento en el que derrame mis primeras lágrimas por ti y aun cuando sabia cómo iba a terminar quise aferrarme a ver si podía cambiar el final. 

Agonía.



Yo la conozco, yo estuve en un edificio regido por ella, por la anorexia.

Todas nosotras la teníamos dentro, a todas nos conocía bien, ella estaba en la mente de nosotras, estaba en el lugar correcto para controlar nuestras acciones, emociones y pensamientos.
Compartíamos el mismo demonio.

Aquí no hablaré sobre las bobadas que dicen las imágenes de Tumblr. No diré que se puede curar ni disimular. Hablaré de su verdadera cara, cuando logras conocerla bien. Hablaré, de como se apodera de ti gradualmente.

La anorexia es una enfermedad mental. Desde el principio, en el fondo de tu ser, sabes perfectamente que lo que estás haciendo, está mal. Por eso ocultas y mientes para poder lograr un ayuno, cada día es una lucha constante y un desafío. Un desafío para mi cuerpo, que aún tenía hambre, que estaba acostumbrado al buen trato, y un desafío para mi mente, la cual debía idear planes para evadir la comida, y además debía ser fuerte para vencer los gruñidos de mi estómago.

Pero no, no quería enfermarme. Cuando decidí no comer, ya era una persona con uso de razón, alfabetizada e informada, la escuela y mi entorno se encargó de enseñarme que había enfermedades, llamadas anorexia y bulimia. Debo decir que siempre tuve cierto interés y curiosidad sobre el tema, en la primaria solían hacer trabajos escolares enfocados en investigaciones sobre estas enfermedades. NUNCA se cruzó por mi cabeza que yo, una niña con un peso sano, empezara a engordar ya que le afectaban los problemas familiares y comía pues ella se sentía culpable de dichos problemas, era su manera de castigarse, comer hasta que se sintiera asqueada. amaba los dulces, pero al comer en exceso estos mismo la llevaron a un odio hacia lo dulce. Cuando era rellenita a mis ocho años, no pensé podría desarrollar estas increíbles enfermedades... ¿Distorsión corporal? ¿Cómo puede ser posible que alguien se vea gordo con un peso tan bajo? Por muy enfermo que esté de la mente, se me hacía increíble que fuese tan ciego, se necesitaba no ver ni sentir para poder ir a ese extremo de sentirse gordo siendo un esqueleto. Eso justamente pensaba, por eso mismo lo investigaba. Me parecía muy extraño.

Pasaron algunos años y la pesadilla inició. Sin tener en mis planes enfermarme, ya que, hasta este entonces aún me parecía imposible percibirse gordo siendo flaco, decidí bajar de forma insana, sabiendo que muchas de mis conductas eran propias de personas con enfermedades alimenticias, sin embargo, recuerdo cuando una niña en mi primaria me pregunto "¿porque nunca comes? Siempre traes bastante dinero"  tal vez ya tenía una ligera idea de lo que me pasaba. Me reuce a solo decirle que no me gustaba lo que vendían de comida lo consideré así,  aunque no se lo mencionaba a nadie, porque sabía que nadie entendería que lo que hacía no era enfermedad, solo quería dejar de ser gorda, era todo.


Sin embargo, un día empecé a caer, de repente había ya perdido los kilos que deseaba perder, sin embargo, no sentía gran felicidad por ello. De hecho, sentía una extraña desesperación al observar mi reflejo. Cada chica delgada que se cruzaba en mi camino, me hacía recordar mi tenaz y obsesivo deseo. No podía ya quitarme eso de mi mente, quería cambiar, quería huir de ese cuerpo de una sola vez, me ponía terriblemente ansiosa el hecho de imaginar que no podía bajar con rapidez, que desgraciadamente, me costaba trabajo, que mi impaciencia crecía a medida de que recordaba lo mucho que tenía que esperar para poder obtener lo que quería, y eso si tenía la suerte de llegar a lograrlo. Al final de todo, se me acumulaba la frustración, impotencia y presión, después llegaba la angustia, la tristeza, de pensar que no era lo que era, que no lo lograba, que no sabía si algún día lo conseguiría. Lo mal y lo inconforme que estoy conmigo, no lo sé, sé que llorando no logro nada, pero no puedo parar de llorar, noche tras noche, después de ingerir algo, después de pesarme, después de sentir que subo de peso a medida de que digiero cada bocado. Odiaba ser fea, no ser tan linda como muchas, sentirme tan lejos de ser algo, saber que soy demasiado común para destacar en algo, pensar que soy la peor en lo que hago mejor. Sentía que mi lugar en el mundo era innecesario, nada de esto tenía sentido, que seguir respirando era en vano.

No diré que no me dolió esta etapa ni diré que no la sufrí. Pero si me ponen a elegir entre quedarme así, o evolucionar, hubiera preferido quedar siendo aquella persona aún inocente y sensible, que no quería ver y aceptar que estaba enferma, quien se negaba a conocer a su demonio. Quien prefería tapar sus oídos a las voces malignas. El tiempo me hizo desembrollar mi mente, cosa que nunca debí haber hecho. Profundizar y cuestionar cada uno de mis sentimientos y acciones, me di cuenta de que nunca jamás volvería a ser la misma, que esta espina en mi cerebro jamás se irá, y si logra irse dejará un agujero lleno de recuerdos y pensamientos que no se callaran, quizá solo susurren, estarán ahí, los escucharé siempre y ellos lo saben.

Me convirtieron en una persona extraña y apática. Una persona misántropa, vacía, en ocasiones aborrecible, y aborrecida de igual manera. Ya ni si quiera trato de ser entendida ni escuchada a mis cercanos. Solo me callo porque no vale la pena discutir y contaminar ideas ajenas, o bien, no lograr convencerlos y solo seré el juzgado de sus mentes. Ya no digo nada y soy de pocas palabras, no confío en nadie ni quiero fácilmente. No creo en la felicidad eterna ni en el karma, lo que siembras no cosechas, tus sembradíos que lograste con sacrificio serán invadidos y asesinados por plagas cuando menos te lo esperes, aunque no tengas la culpa de nada.

Me toca mirar como me hago cada día más pequeña, me toca ver como mi cuerpo se consume, y yo ciega a veces a ello, siguiendo la maldita voz, ignorando la lógica y la realidad, dejándome guiar por una fantasía maligna. No puedo detenerme, y sentir como adelgazo es lo único que me hace sentir bonita, al menos un momento. A veces no me quiero morir y no puedo detenerme. 

No digan que es algo solo mental, y que sufren mucho solo por su insoportable reflejo y por oír los dolorosos juicios que su mente les hace. Es a penas el principio, tiene solución, ojalá me hubiera dado cuenta y hubiera tratado de huir. Esto es mucho más allá del bajo autoestima, algo está manejando tu cuerpo, lo mueve a la destrucción, ya no eres tú, eres un títere de tu propio demonio. Si el te dice que te cortes, lo harás, si te dice que adelgaces, lo harás, si te dice que te mates, lo harás. No importa que el poco amor que alguna vez te tuviste, logre sentir un poco de pena y amor por tu frágil cuerpo o un poquito de temor a la muerte. Sigo caminando hacia un abismo con una venda en los ojos. 

Después de todo, te estás suicidando con lentitud. Y la parte más dolorosa de esto, llega justo cuando se refleja en tu cuerpo. Duele el cuerpo, porque lo has lastimado demasiado, muchísimo. Y eso es directamente proporcional al nivel de daño, de tu cerebro. El cuerpo será un reflejo del caos que hay en tu cabeza.

Lo que te mata es lo que ocultas adentro


Si tú supieras lo que hay detrás de mi cara a veces tan sonriente y a veces tan distante....si pudieras escuchar lo que hay en mi cabeza, te preocuparías. Ahora si que te preocuparías, familia pueden verme llorar, pueden verme con la cara apagada, pueden ver mi desprecio hacia la comida y pueden notar mi baja autoestima. Pero si pudieran sentir todo lo que tengo dentro, todo lo que se siente y lo que se piensa callado, yo creo que intentarían detener este desastre y esta tristeza que está tan sembrada, y es tan peligrosa, que nunca sabes cuando me hará intentar destruirme otra vez. Para ellos puede ser un capricho, una etapa, una llamada de atención, incluso el trastorno mental no tan grave que se controla con medicamento, pero sin embargo yo lo veo tan enorme, que me siento capaz de suicidarme. Tal vez no es tan grave, tal vez hay cosas peores, pero, ¿sabes qué? No puedo. 
Seré para ti caprichosa, superficial y débil, estúpida también, siempre tomada a la ligera. Y juro que nunca lo vas a saber, jamás lo vas a sentir, jamás lo vas a tomar en serio, mamá. Tú solo ves la gravedad cuando estoy en un hospital con riesgo de salud, cuando te enteras de los envenenamientos y las sobredosis, siempre observas la gravedad de todo esto cuando mi cuerpo paga las consecuencias. Pero, ¿y mi mente? ¿Tienes idea de como esta? Destruida, oscura, enferma y dispuesta a destruir siempre. Ojalá entendieras que mi problema es mi mente, mi ausencia de fe, mi falta de esperanzas y deseos. Y otra parte importante, este maldito odio que siento hacia mi misma. Estas ganas que tengo de no ser yo, de no ser yo no sólo en físico, si no mentalmente. No culpo a nadie, yo así nací. De por sí, ya tengo recuerdos muy vagos de lo que significaba desear algo en esta vida. De más chica, me ilusionaba pensar en cuando llegara a adulta. Ahora ya soy una mujer, y ahora no quiero nada, no quiero ancianidad, no quiero nada.
Pero a pesar de que también soy una persona que difícilmente llega a sentir amor por alguien, siento uno muy fuerte hacia mi hermano. Me mata de curiosidad saber que pasaría luego de mi suicidio. Pensar en lo que todos dirán, pensarán y sentirán. Quienes van a ponerse mal, quienes vendrían a mi velorio, quienes me echarían de menos. Tal vez nunca lo sepa, pero no puedo ni pensar en lo que pasaría con ellos, con mi madre y mi hermano. Estarían mejor sin mi porque contamino el hogar, pero a la vez, en el momento, los dejaría marcados y traumados y sólo pensar en eso me llena los ojos de lágrimas.
Ni si quiera pienses que no soy capaz de tomar un cuchillo y cortarme las venas, es mi solución rápida y en la que pienso todo el tiempo. No sé cuanto más se puede soportar. 
Dicen que si no nos amamos a nosotros mismos, no podemos amar. Pero yo sigo viva por amor a los demás.


El miedo de Saturno.




Que es lo que pasa cuando te da miedo tener miedo ¿sabes?
Si pudiera me quedaría en casa todo el día, por que sigo pensando que pasaría si tengo un ataque de pánico en público; Hay veces donde quedare totalmente loca y algo dentro de mi cabeza se apoderara de mi cuerpo y comenzaré a gritar, por un miedo al cual no estoy segura hacia que es, ir a hacer trámites, incluso ir a la tienda es una tortura para mí.
No puedo parar de pensar, en que, algo malo sucederá y pienso en mil formas de escapar, me sudan las manos, me tiembla el cuerpo, pues es como si escuchara una cuanta regresiva, que me alerta que todo esta apunto de derrumbarse.
Los lugares desconocidos me aterrorizan, pues me pone nerviosa no conocer las salidas, le temo a los lugares oscuros y altos y prefiero evitar los elevadores con mucha gente, pues odio los sitios con demasiada gente; Fiestas, festivales, paseos, me solían gustar, pero ahora están fuera de mi alcance, me agobian los lugares ruidosos y aquel que me obstruya el paso, odio los camiones, aviones, el metro, por que si algo sucede no hay forma fácil de escapar.
No conozco mucha gente a decir verdad, me da miedo, miedo que me dañen, que me engañen y se que superarlo será y en parte porque me es difícil conocer gente nueva, cuando estas en casa todo el día, esto no es como si simplemente pudiera parar y elegir no tener ansiedad, no es tan simple. 
No me gusta estar en la calle, pero llega un momento en el que tienes que salir de casa o de otra forma, te morirás de hambre y tengo a alguien que realmente me importa, así que tengo que hacer un esfuerzo, entonces salgo, y en el camino llegan esas voces en mi cabeza que me dicen que todo estará mal, que algo sucederá, en casa o a donde sea que me dirija, trato de esquivar cada pensamiento, hasta que puedo visualizar el camino cuando estoy llegando y entonces mi respirar se acelera, escucho ese zumbido, para por favor, tu puedes, has pasado por esto antes, he intentado que no se me note y nadie lo descubra, díganme ¿lo he hecho bien? No quiero que vean mis miedos, ni mis inseguridades y debilidades por que no quiero que me juzguen, dirán que soy llorona o que estoy siendo dramática, así que es mas fácil esconderlo.
Ustedes no se dan cuanta de cuantas veces, me he tumbado en mi cama llorando y temblando sin ninguna razón aparente, solo se que tengo miedo, pero no se especificar a que.
No me gusta la compañía, pero estar sola me resulta aterrador y peligroso, pues es ahí donde comienza el problema, donde hablo con el espejo y me responde catástrofes, lesiones, engaños, peligro, muertes, mi corazón palpita rápidamente y se me oprime el pecho.
No sabes cuantas buenas oportunidades e incluso actividades del día a día tengo que decir que no, por que esto me paraliza por completo y todo lo que ven es alguien que se compadece de si misma.
Piensan que soy floja o grosera y que por eso no he salido con ellos o no puedo ir a resolver mis asuntos, pero no, no es así, todos mis planes se han perdido en algún lugar del camino,por que como vas a pensar en estudiar en una nueva escuela, o en un lugar diferente entre completos extraños, cuando ni si quiera puedes ir a la tienda de enfrente, sin pensar que el mundo entero se va a derrumbar sobre ti. 
No soy capas de hablar en voz alta frente a compañeros o desconocidos, ni pedir ayuda y es que hablar es lo más difícil, pienso que la gente no lo entiende, por que esperamos que, aquella gente con desórdenes mentales son los que van por la calle con harapos, pelo sucio, pareciendo completos locos o están encerrados en hospitales y la verdad es que no siempre es así, tratamos de aferrarnos a lo que nos queda de salud mental, por lo menos para parecer normal y cuando finalmente te abres, la gente se desconecta de ti.

Recomendación:



Vieja amiga

En la oscuridad de la madrugada, cuando el mundo descansa y el ruido cotidiano se desvanece, el corazón habla con un lenguaje que sólo tú en...